El Glorioso…

Para los que somos saprissistas, el amor por el equipo inicia desde pequeños, generalmente por herencia, sin embargo, en mi caso, este amor creció solito, pero se lo he ido inculcando a mi hijo, quien a la fecha juega en una de las filiales de mi amado equipo.

Mi abuelito don Rubén, me decía que le escribiera en un papel los marcadores de la jornada de domingo por lo que crecí viendo a Evaristo Coronado hacer goles de cabeza, jugar acompañado de Guimaraes y Juan Cayasso. Vi consolidar su carrera a Vladimir Quesada y también estuve en el debut y la despedida de EL REY PATÉ. Los partidos inolvidables y las otras leyendas como Gabriel Badilla y el mariachi Solís son historias que puedo compartir con mi hijo, que en su momento lo hará con las figuras de ahora como Mariano, Ariel y Paradela.

Ir a la Cueva es estar en un lugar mágico, cada partido se vive de una forma intensa. Las gradas se llenan de camisetas color morado y blanco, se crea un ambiente con energía indescriptible junto a la barra con sus cánticos y gritos de aliento se convierte en una atmósfera que envuelve a todos los que estamos presentes.

Estar ahí dentro nos convertimos en amigo del que se sienta a nuestro lado, todos compartimos un mismo sentimiento, chocamos manos al celebrar un gol, y somos automáticamente directores técnicos y especialistas en arbitraje.

Escribo esto con 40 campeonatos encima, orgullosa de ese equipo morado, el cual llevo en el corazón y lo manifiesto en cada canto, en cada lágrima y en cada sonrisa. Es un amor incondicional y eterno independientemente del resultado, un orgullo de ponerse la camiseta y llevar los colores del equipo más grande de Costa Rica.

Para mí, ser saprissista es una manera de sentir el futbol en el corazón.
— Catalina Cordero
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HACER LO QUE SE AMA Y AGRADECERLO SIEMPRE